Las ciudades son los espacios en los que transcurre la vida de más de la mitad de la población mundial. Sin embargo, históricamente su planificación no ha considerado a todas las personas que las habitan. Por muchos años el diseño urbano ha ignorado en gran medida la experiencia y los requerimientos de las mujeres, lo que ha contribuido a exacerbar desigualdades en los territorios.
8 de marzo de 2025
También es una realidad que a lo largo de la historia las mujeres han jugado un papel fundamental en el diseño y desarrollo de los espacios urbanos, cerrando la brecha y desafiando barreras sistémicas para promover entornos más equitativos, donde sus aportes sean valorados y las necesidades propias y de otros grupos subrepresentados sean atendidas.
Este artículo, realizado en el marco del Día Internacional de la Mujer, destaca a través de una serie entrevistas con académicas, activistas, arquitectas, urbanistas y líderesas comunitarias, el impacto que las mujeres han logrado en la construcción de ciudades más inclusivas, resilientes y sostenibles, visibilizando su contribución en acciones que van desde la planificación urbana hasta el liderazgo comunitario.
El urbanismo, la disciplina encargada del estudio de las ciudades, en la actualidad no es neutro y ha dejado de lado las necesidades, experiencias y aportes de las mujeres, niñas, y diversidades sexuales y de género, priorizando a los automóviles, el crecimiento industrial y la eficiencia.
De acuerdo con Leslie Kern, doctora en Filosofía en Estudios sobre Mujeres de la Universidad de York y autora del libro Ciudades Feministas, hombres y mujeres experimentan las ciudades de forma distinta en la vida cotidiana. Como ejemplos tangibles podemos observar la atención que las mujeres dan a actividades como la movilidad, las tareas de cuidado o temas de seguridad, a las cuales los hombres usualmente no dedican tiempo adicional.
“Las desigualdades sociales aparecen en nuestras áreas urbanas porque el poder de decidir sobre las ciudades generalmente lo tienen los hombres. Esto se muestra en una falta de atención a las necesidades diarias de las mujeres, sus cuerpos, experiencias y preocupaciones. Podemos verlo en la falta de acceso para alguien que lleva un cochecito a un edificio, un autobús o una estación de metro, o también puede aparecer en una falta de preocupaciones por la seguridad de las mujeres en la ciudad”, señaló Kern.
En América Latina y el Caribe, las urbes son el hogar de más del 80% de la población, por lo que estas problemáticas son fáciles de identificar en el cotidiano.
Teresa Miranda es lideresa de La Campanera, una colonia de El Salvador que experimentó décadas de violencia. En su infancia, ella recuerda haber llegado a la comunidad y “enfrentarse en la vida real a los hombres malos que veía en la televisión”, causantes de la constante sensación de inseguridad y estigmatización de la zona.
“Muchos tuvieron esa experiencia. No fue fácil porque nuestra niñez fue bastante deprimente ya que nuestros padres en vez de dejarnos salir a jugar nos mantenían encerrados por el miedo. No podíamos hacer uso de los espacios que teníamos en La Campanera. Vivíamos represión de las estructuras delincuenciales y no podíamos salir libremente a la calle ni usar los parques porque eran territorio de ellos.”
Ahora, ella se enfoca en tareas comunitarias para el bienestar de la niñez y las juventudes de La Campanera. Después de un trabajo de más de tres años junto con la comunidad y organizaciones internacionales, se logró recuperar espacios tomados por la violencia. Ahora estos espacios son aprovechados como casa comunal, canchas de futbol rápido, un parque lineal con espacios de descanso y para actividades recreativas, zonas de juegos para las infancias, así como zonas reforestadas para el cuidado ambiental.
“Ya que nosotros no pudimos vivir un espacio sano, recreativo, libre de violencia, esperamos que nuestros hijos y nietos lo vivan en plenitud. Con la libertad de un sano esparcimiento digno de ellos. De igual forma nuestros ancianos, que también necesitan de estos espacios para desarrollarse”, compartió Teresa.
“Necesitamos tener en cuenta el trabajo de cuidados que realizan las mujeres. Hay que reconocer que no es algo que se esconde en la casa, sin que nadie le preste atención. Las mujeres están ahí con sus familias, haciendo el trabajo de cuidado, necesitando acceso al transporte público, necesitando acceso a diferentes tipos de servicios sociales y espacios para realizar este trabajo. Tenemos que empezar a verlo como un bien público en lugar de algo que simplemente obligamos a las madres y a otras mujeres a hacer en silencio sin reconocer su valor”, afirma Leslie Kern.
En 2018, a partir de la necesidad de generar redes que le permitieran dejar de vivir la maternidad en aislamiento y de encontrar espacios con sensibilidad de cuidados en donde se pudieran desarrollar las infancias, Sofía Valenzuela crea el proyecto Mamá Urbana. Su labor comenzó con el mapeo de espacios en donde se pueden desenvolver los cuidados, una herramienta que afirma contribuye a incentivar que estas tareas se desarrollen en el espacio público para reclamarlo como propio y de las infancias.
“El espacio público es este lugar común de las ciudades en donde se desenvuelve la vida. Desde el colectivo pensamos que este espacio debe buscar la equidad entre géneros y también entre edades”.
La exclusión de las maternidades del espacio público impacta directamente a las mujeres, que son las principales proveedoras de cuidados. Como consecuencia, se resguardan y dejan de formar parte del paisaje urbano y de la comunidad. Este aislamiento deriva en una serie de causas como enfermedades y falta de representación en la toma de decisiones.
“Las mujeres, que son las principales cuidadoras en la estructura social, sufren de un 34% más de enfermedades mentales relacionadas a la depresión y ansiedad en comparación con aquellas que no lo son. Además, si las madres, las personas y las mujeres que cuidamos queremos hacer un tipo de activación social, debemos incluir a las infancias. Es difícil posicionar agendas y hacer trabajo de activismo civil siendo madre. Hay que entender que los cuidados son parte de la vida cotidiana y hay que tenerlos en cuenta e incluirlos”.
El diseño de las ciudades impacta directamente en la experiencia de la maternidad y algunos de los cambios que Sofía comparte que podrían hacerla más segura, accesible y equitativa consisten en acciones como colocar bancas que permitan el descanso y fomenten la integración con la comunidad, colocar lactarios cerca de las estaciones de transporte público, además de espacios de desenvolvimiento para la niñez que consideren que estas vienen acompañadas y que esta labor no debería de significar una carga, sino una oportunidad para formar parte de las estructuras sociales.
Al cuestionarnos cómo es posible mejorar las condiciones para que las mujeres sean incluidas y consideradas en los espacios urbanos, la planeación territorial aparece como una de las respuestas clave. Es a partir de esta y de sus instrumentos que se orienta la toma de decisiones para la construcción y transformación de las ciudades.
La planeación debe tomar en cuenta las necesidades de la población, por lo que es importante que parta por identificar desde las desigualdades existentes y entender sus causas. Sólo así es posible equilibrar las condiciones de acceso y otorgar equitativamente los derechos a la ciudad, que más adelante se materializaran en acceso a bienes o servicios.
“Es muy importante que participemos en la toma de decisiones, ya que como mujeres todas hemos enfrentado alguna limitante, discriminación o violencia por razón de género, experiencia a partir de las cual generamos empatía y sensibilidad. Al ser mujeres que desempeñamos cargos públicos o privados involucrados en la toma de decisiones, es vital cuestionarnos para enfocar la política pública y reconstruir los espacios, tal como se ha hecho con las áreas de cuidado o en temas de vivienda”, mencionó Lidia González, consultora y docente en normatividad urbana e instrumentos de gestión de suelo.
La sobrecarga de trabajo de cuidado representa una barrera para la autonomía de las mujeres y dificulta su participación en el mercado laboral, en la educación, en la vida política, en el acceso a espacios de recreación y en el ejercicio pleno de sus derechos. Lidia comparte que, de acuerdo con datos del INEGI, en la Ciudad de México estos trabajos se asumen en una proporción del 73% de mujeres, contra el 23% de hombres. Es necesario redistribuir esta carga para que se impacte, entre otros temas, en la capacidad de propiedad de tierra de las mujeres.
“Otro dato es que el 70% de los hogares en México tienen a un hombre como jefe de hogar, contra el 30% de mujeres. Esto alarma si reparamos en el estado civil de las personas, porque casi el 60% de las jefaturas de hogar corresponde a hombres casados o en unión libre, mientras que la mayoría de las mujeres propietarias son viudas o mujeres separadas, lo que apunta que tener un vínculo matrimonial o estable es importante para ostentar una jefatura de hogar, cuando no debería serlo”.
Respecto al acceso a la propiedad y renta de vivienda para las mujeres, Rosalba González, consultora en Desarrollo Urbano en México y especialista en temas de vivienda en renta en la Ciudad de México, comparte que el escenario es muy complejo ya que, entre otros aspectos, las mujeres se tienen que enfrentar a ser menos sujetas de credibilidad para créditos monetarios al pertenecer predominantemente al sector informal.
“Usualmente las mujeres que buscan vivienda en alquiler pertenecen a grupos vulnerables y estos son aquellos a quienes más se le problematiza el acceso a la vivienda, ya que algunas de las causas por las que se solicita el espacio es por separación o en casos de violencia”.
“En América Latina hay una tendencia predominante a la vivienda en propiedad, tanto en zonas urbanas como rurales. En esta última a la fecha se sigue llevando un complejo entramado de usos y costumbres en el que la herencia de la vivienda se otorga a los hombres descendientes, dejando a las mujeres el matrimonio como única opción para acceder a la propiedad”.
Otro de los factores de desigualdad que menciona Rosalba es la diversidad de los trayectos. Aunque las mujeres sean propietarias de su vivienda, ellas gastan mayor capital humano y económico para trasladarse, al recorrer mayores distancias y visitar distintos puntos por sus labores de cuidado, por ello indica que “el paso cero para lograr un cambio es reconocer los trabajos de cuidado como una de las variables en temas de vivienda. Antes de tomar decisiones sobre las políticas públicas y el diseño de las ciudades, hay que tomar en cuenta estas perspectivas”.
Las tareas de cuidado no sólo suceden en los espacios domésticos o urbanos, si no que se extienden al entorno natural. El ecofeminismo busca cuestionar cómo se pueden construir ciudades y territorios que consideren los ciclos de vida de los ecosistemas y en las que la naturaleza juegue un papel central. Es esta una de las miradas que nos permite repensar la manera en que nos relacionamos con el territorio y con la trama más extensa de la vida.
La Docente Asociada de la Universidad Central (CL) con Magíster en Derecho Ambiental, Jadille A. Mussa Castellano, comparte que la idea de un ecofeminismo pasivo debe quedar atrás, ya que es momento de actuar frente a los retos climáticos del mundo actual.
“Necesitamos fomentar la acción global. Somos más de 8 mil millones de habitantes y tenemos también que hacer nuestra parte. Diseñar espacios con vegetación y cubierta para que las especies puedan desarrollarse. Fomentar el cuidado de las zonas naturales desde la ciudad y ver cómo logramos traerla a las zonas urbanas. Integrar la naturaleza a las ciudades puede contribuir a detener las islas de calor y mejorar la vida de futuras generaciones”.
Las consecuencias de no tomar acción pueden resultar alarmantes, pero aún se está a tiempo de implementar medidas sencillas pero efectivas. Acciones de diseño urbano como integrar radios caminables para habitar a la ciudad, incluir bebederos en las zonas públicas para disminuir el consumo de agua embotellada, o el reciclaje del agua en las ciudades, especialmente en servicios públicos como los servicios sanitarios, pueden sumarse para la consolidación de ciudades más resilientes, sostenibles y de bajo impacto ambiental.
“La arquitectura del paisaje visibiliza también el error de traer especies endémicas de otros sitios. Necesitamos enverdecer nuestros espacios con especies nativas, eliminar las plazas duras y recuperar el valor por las especies propias, resilientes, reconectar y darles el valor propio de nuestra cultura. El ecofeminismo nos recuerda que este es un planeta vivo que se comunica. Todo cumple un rol y hay que respetarlo”, finalizo Jadille.
Además del cuidado visible a nuestro medio ambiente, existe otro que no es perceptible a través de los ojos, pero sí por medio de otros sentidos: el entorno sonoro.
El ruido es el segundo contaminante ambiental a nivel mundial, convirtiéndolo en un problema de salud pública poco expuesto y con una capacidad de acción actual limitada. Ante esta perspectiva, el ser parte de comunidades en condición de salud con audición restringida y ser mujer, aporta otro nivel de complejidad.
“El paisaje sonoro afecta a las personas en la vida cotidiana. Todo el tiempo están ocurriendo sonidos y los oídos están abiertos recibiendo esa información, no solo a través de las orejas, sino también a través del cuerpo. Finalmente, el sonido se siente en todo el cuerpo, se vibra”, comenta Jimena De Gortari Ludlow, Doctora por la Universidad Politécnica de Cataluña y autora del libro Guía sonora para una ciudad. Indica que existen diferentes maneras de experimentar los sonidos en el espacio que tienen que ver la participación, la memoria y la experiencia personal, además de cuestiones relacionadas con la edad, género o condiciones de salud.
“En términos de género, las mujeres estamos muy alertas a ciertos sonidos, actitud mezclada por los trayectos más largos que nos hacen estar más expuestas a ciertos sonidos o ruidos. O también están aquellos relacionados con las tareas de cuidado que hacen que las mujeres tengamos una percepción distinta.”
Sobre términos de implementación y diseño urbano, Jimena De Gortari Ludlow destacó que le gusta pensar la ciudad en términos feministas que reconozcan la diversidad de las mujeres fuera de la cuestión genérica de que existe solo un tipo de mujer, con necesidades específicas.
“Las caminatas sonoras contribuyen a la apropiación de los espacios. Se camina al lugar, se escucha y se comenta, se dibujan las percepciones. En el reconocimiento de sonidos que resultan importantes se genera comunidad. La escucha en sí es un acto comunitario, frente a la mirada que es un acto individual, entonces hacernos sensibles al paisaje sonoro nos permite identificarnos e identificar al otro”.
Además de la dimensión sonora, hablar de habitar un territorio nos conecta con la percepción más amplia, activando una renovada sensibilidad que nos permita comprender el entorno a través de los sentidos y las emociones. Se trata de entender el cuerpo como ese primer territorio a través del cual disfrutamos y exploramos nuestro contexto, con sus virtudes y desafíos.
“Todo lo que pasa en el territorio es un cuerpo social y, por lo tanto, me afecta. Mi cuerpo es un territorio político que vive y es parte de un todo. Entonces el cuerpo es un medio por el cual pasan las gozocidades, pero también las violencias que viven los territorios”.
De esta manera, Delmy Tania Cruz Hernández, Doctora en Antropología Social por parte del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social define la relación como cuerpo-territorio.
Esta idea es una aproximación para entender el territorio a partir de las vivencias cotidianas y los saberes ancestrales que permiten entender el entorno natural y el desarrollo de la vida. Aunque en las ciudades puede parecer complejo considerar esta visión, la perspectiva del cuerpo-territorio comienza a tomar fuerza a partir de la puesta en valor de las experiencias encarnadas de las mujeres, la defensa de lo común y la puesta en valor de lo colectivo.
“Caminar el territorio y comenzar a pensar nuestras propias subjetividades doloridas a subjetividades de gozo, corazonadas, que quieran transformar el territorio, ha sido un paso muy largo. A partir de ese paso, nosotras comenzamos a decir que el territorio no es solo nuestro. De la mano de la espiritualidad indígena hemos ido caminando el territorio y organizándolo. Aunque no hemos querido aportar en teorías feministas, sino desde las practicas comunitarias, impactamos. Lo vemos no como un fin, sino como un proceso en construcción. Esto ya cambia el territorio y hacemos insurgencias y okupación del territorio abriéndonos espacio en él”.
Doña Martha Marulanda es una lideresa social que ha construido el territorio desde 1999, entre otros espacios, en la Coordinación Zonal de Mujeres en Medellín. A través de su involucramiento en actividades comunitarias en la Comuna Popular, descubrió el poder que su voz aportaba a los procesos de toma de decisiones y, con ello, comenzó su camino hacia la deconstrucción y valorización como mujer que forja el territorio.
“Yo el cambio lo vi a medida que me fui capacitando, a medida que iba escuchando esa participación que estaba haciendo dentro de las distintas capacitaciones y vi como cambiaba de ser machista a ser feminista. Porque muchas veces no entendemos lo que es ser masculino ni femenino y creemos que somos iguales, entonces necesitamos entender esas diferencias”.
Cuenta cómo al llegar a la Coordinación, se reconocía desde el machismo. “Yo no llegaba con el feminismo, porque no lo tenía introyectado hacia mí. Yo quería ser como un hombre, maltratadora como siempre lo había hecho, entonces empecé a avanzar en la Coordinación y a medida que entré en las capacitaciones, empecé a sentir un cambio en mí, para mí y para las demás. Ahí empecé a pronunciar la palabra feminismo y entenderlo”.
En el camino a lo largo de los años encontró muchas dificultades para hacer valer su derecho a la palabra. Ahora, con una experiencia consolidada, ve la transformación y alcances incluso traspasando generaciones.
“Cuando yo llegué al último encuentro, le cuento que no habíamos 15 mujeres adultas mayores, había pura juventud, y yo pensaba que rico que esto se siga sosteniendo y avanzando. No hay que decir que la juventud nos va a sacar a las adultas porque ya tienen el poder, sino por el contrario, que ellas se piensen la ayuda que tenemos mutua para poder seguir avanzando y sosteniendo esta participación y que la juventud vaya de la mano de nosotras para el conocimiento para que lo puedan ir alimentando y llevando adelante”.
A través de las voces de estas mujeres, hemos podido comprender más profundamente el impacto que tienen en la construcción de ciudades. Sus historias, experiencias y aportes reflejan, no solo su capacidad de liderazgo, sino también su resiliencia frente a las barreras que han tenido que superar en un campo históricamente dominado por hombres.
En el marco del Día Internacional de la Mujer es crucial reconocer y celebrar estos esfuerzos, pues su contribución no solo transforma la realidad urbana, sino que también inspira a futuras generaciones a participar activamente en el desarrollo de un entorno más equitativo. ONU-Habitat reafirma su compromiso con la igualdad de género en el ámbito urbano, promoviendo que las mujeres sigan siendo protagonistas en la creación de ciudades que no solo sean más sostenibles, sino también más humanas.
Este artículo y sus entrevistas fueron elaborados por Silvia Espinosa Castillo, Analista de comunicación de ONU-Habitat, con el apoyo de Daniela Nuñez, Yurini García, María Elena Espinoza, y Fernanda Aguilar, en el marco de las acciones de ONU-Habitat por la igualdad de género.
Para 2050, 1,200 millones de personas podrían ser desplazadas por el cambio climático y los desastres naturales. Al menos 300 millones vivirán en zonas costeras amenazadas por inundaciones peligrosas.
6 de febrero de 2025
¿Qué podemos hacer al respecto?
1. Planificar considerando los riesgos
Mapear zonas de peligro con GIS y priorizar un crecimiento urbano seguro. Más del 55% de la población vive en ciudades, y esta cifra aumentará al 68% en 2050.
2. Construir infraestructura resiliente
Los daños por inundaciones cuestan $90,000 millones al año. Es clave invertir en barreras contra inundaciones, sistemas pluviales y edificaciones reforzadas.
3. Diseñar para una densidad segura
1,000 millones de personas viven en asentamientos informales. Es esencial planificar espacios abiertos para evacuaciones y garantizar rutas de acceso para emergencias.
4. Implementar alertas tempranas
Los sistemas de alerta temprana salvan vidas. Debemos asegurarnos de que lleguen a TODAS las comunidades, incluidas las más vulnerables.
5. Involucrar a las comunidades
La planificación comunitaria mejora la respuesta ante desastres. Realizar simulacros inclusivos con regularidad fortalece la preparación.
6. Invertir de manera inteligente
Por cada $1 invertido en prevención de desastres, se ahorran $7 en recuperación. Es fundamental abogar por el financiamiento de proyectos urbanos resilientes.
7. Aprovechar soluciones basadas en la naturaleza
Los espacios verdes pueden reducir hasta en un 30% las inundaciones urbanas. Restaurar humedales, plantar árboles y crear jardines de lluvia son estrategias clave.
8. Usar tecnología inteligente
Drones, inteligencia artificial y matrices de datos pueden optimizar la respuesta y recuperación ante desastres.
Urbanistas, arquitectos, ingenieros, gobiernos, empresas, tomadores de decisiones y comunidades juegan un papel fundamental en la construcción de un futuro más seguro y resiliente. A través de una planificación urbana consciente, infraestructura resistente, participación ciudadana y el uso de tecnología e innovación, podemos reducir riesgos, proteger vidas y garantizar que nuestras ciudades sean más sostenibles y habitables para las generaciones futuras.
Sequías, tormentas e inundaciones: el agua y el cambio climático dominan la lista de desastres
Cronología de las operaciones tras un desastre: quién hace qué y cuando
La restauración de los ecosistemas no avanza al ritmo necesario para contrarrestar su destrucción. Las ciudades deben no solo reverdecer los espacios existentes, sino también restaurar lo perdido y, sobre todo, evitar nuevas pérdidas en sus áreas de expansión.
31 de enero de 2025
Los entornos naturales y urbanos no son opuestos; siempre han estado conectados y evolucionan juntos. Sin embargo, la rápida transformación del suelo urbano es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad, alterando ese equilibrio.
A continuación, presentamos una serie de consideraciones clave para integrar la biodiversidad como un pilar fundamental en la planificación de nuestras ciudades
Las ciudades crecen como organismos vivos
La biodiversidad abarca desde la escala microscópica de los genes hasta los ecosistemas completos. Las ciudades, como sistemas complejos, interactúan principalmente con los ecosistemas y pueden servir como un puente entre el conocimiento biológico y humano.
Del campo a la ciudad: el costo del cambio de suelo
El cambio en el uso del suelo es la principal causa de pérdida de biodiversidad. A menudo, las tierras destinadas inicialmente a la agricultura terminan siendo urbanizadas, un proceso difícil y costoso de revertir. Conoce los principios rectores de los vínculos urbano-rurales.
Proteger el entorno natural
Las ciudades deben cuidar sus entornos naturales para evitar una mayor degradación y garantizar servicios ecosistémicos esenciales, como el suministro de agua. La planificación urbana y territorial es clave para lograrlo. Conoce las ciudades esponja.
Expansión y segregación
El crecimiento descontrolado y la segregación urbana afectan tanto a las personas como a los ecosistemas. Para evitar la fragmentación del paisaje, es fundamental anticipar estos cambios mediante herramientas de proyección, modelado de escenarios y estrategias de conservación.
Restaurar lo degradado
Además de conservar los ecosistemas, las ciudades deben recuperar espacios naturales ya dañados y generar nuevas áreas verdes y azules dentro de su propio tejido urbano.
Regulación ecológica y cooperación
Los ecosistemas, especialmente las cuencas hidrográficas, suelen abarcar múltiples territorios. Como los ríos suelen marcar límites administrativos, su gestión requiere coordinación entre diferentes gobiernos y una regulación que garantice su conservación.
Bienestar para todas las especies
Las ciudades son espacios de convivencia. Fomentar la empatía hacia otros seres humanos, futuras generaciones y otras especies es clave para fortalecer la solidaridad y prevenir una sexta extinción masiva.
Construir una relación más sostenible entre la ciudad y la naturaleza no se trata solo de medidas visibles como plantar árboles en las calles o crear parques. También implica atender riesgos menos evidentes, como la fragmentación del paisaje, y adoptar estrategias a largo plazo que prevengan la degradación ambiental y consideren sus impactos en el futuro.
Con información de UN-Habitat: Expertise and Work on Urban Biodiversity
Al proyectar las ciudades del futuro, no debemos solo enfocarnos en rascacielos imponentes o amplias autopistas. Es imperativo replantear nuestras prioridades y centrarnos en la creación de espacios urbanos vibrantes, sostenibles e inclusivos, donde las personas sean el eje central del desarrollo.
20 de enero de 2025
Por ello, las y los planificadores urbanos desempeñan un papel crucial en la construcción de las ciudades que aspiramos a habitar. A continuación, compartimos algunos consejos clave para guiarlos en su importante labor.
La participación de los miembros de la comunidad, especialmente de los grupos vulnerables, es crucial para una planificación urbana exitosa. Sus ideas pueden conducir a soluciones efectivas que aborden sus necesidades reales. Por ello:
No descuides la participación comunitaria.
Sí, involucra a los grupos vulnerables.
Las ciudades diseñadas en torno a los automóviles generan congestión y contaminación. Elige mejor sistemas de movilidad más sostenibles.
Evita priorizar modelos que favorezcan el uso del automóvil particular por encima de otras alternativas de movilidad.
Sí, prioriza el transporte público, el ciclismo y la infraestructura para peatones.
La planificación urbana debe centrarse en mejorar los asentamientos precarios, asegurando que todos sus residentes tengan acceso a viviendas seguras y asequibles.
No desalojes ni margines los asentamientos informales.
Sí, intégralos en los planes urbanos, proporcionando viviendas adecuadas y servicios básicos.
Si bien los beneficios económicos inmediatos son tentadores, la planificación urbana requiere de mirar hacia el futuro para garantizar la resiliencia y sostenibilidad.
No priorices únicamente las ganancias económicas a corto plazo.
Incorpora la adaptación al cambio climático y la reducción de riesgos de desastres a largo plazo en la planificación urbana.s.
Minimizar el impacto ambiental a través de la reducción de residuos, además de ayudar en la conservación de los recursos, también puede contribuir a la sostenibilidad.
No dependas de métodos de eliminación de residuos obsoletos.
Sí, fomenta prácticas de economía circular: reciclaje, compostaje y recuperación de recursos.
Las soluciones basadas en la naturaleza no solo aumentan la resiliencia a los impactos climáticos, sino que también mejoran la estética urbana y brindan oportunidades sostenibles.
No dependas únicamente de la infraestructura gris para mejorar la resiliencia urbana.
Sí, incorpora soluciones basadas en la naturaleza: humedales, bosques urbanos e infraestructura verde.
El desarrollo urbano compacto ayuda a preservar la naturaleza, fomenta la interacción comunitaria y reduce la dependencia de los automóviles, lo que beneficia tanto al medio ambiente como a la salud pública.
No permitas una expansión urbana descontrolada que invada los espacios verdes y las tierras agrícolas.
Sí, fomenta el desarrollo urbano compacto y de uso mixto que minimice el consumo de tierra.
Al adherirse a estos consejos, las y los planificadores urbanos pueden crear espacios vibrantes que sean sostenibles, inclusivos y reflejen las comunidades a las que sirven. Construyamos ciudades que funcionen para todos, porque mejores ciudades significan mejores vidas.
Las ciudades están en el corazón del futuro de la humanidad, pero también son la zona cero de algunos de nuestros mayores desafíos: el cambio climático, la desigualdad social y la fragilidad económica. Para albergar a la creciente población urbana y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), al tiempo que lideran la lucha contra el cambio climático, las ciudades deben adoptar un desarrollo urbano transformador y sostenible.
13 de enero de 2025
Artículo publicado en inglés en Time
La rápida expansión de las zonas urbanas ya no es sólo una tendencia: es una crisis. La expansión urbana no planificada, impulsada principalmente por las crecientes necesidades de vivienda y el crecimiento de asentamientos informales que albergan a más de 1100 millones de personas, amplifica los riesgos climáticos. Los edificios, las viviendas y la construcción son responsables de hasta el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Como se describe en el Reporte Mundial de las Ciudades 2024 de ONU-Habitat , se prevé que más de 2000 millones de residentes urbanos experimenten aumentos significativos de temperatura para 2040, y más de un tercio de los habitantes de las ciudades vivirán en zonas donde las temperaturas medias anuales superen los 29 °C. En las últimas décadas, las zonas verdes de nuestras ciudades, vitales para mitigar el calor y fomentar el bienestar, se han ido reduciendo del 19,5 % del suelo urbano en 1990 a solo el 13,9 % en 2020.
Los desastres relacionados con el clima, como las inundaciones, los ciclones y las sequías, han aumentado. Representaron el 91 % de los grandes desastres entre 1998 y 2017. A menudo, son las comunidades más vulnerables y las personas que viven en asentamientos informales las más afectadas.
Pero no se trata sólo de un problema medioambiental. Las ciudades se enfrentan a unas brechas sociales y económicas cada vez más profundas. Las pérdidas económicas anuales derivadas del aumento de los desastres naturales podrían superar el billón de dólares a mediados de siglo, según las proyecciones del Reporte Mundial de las Ciudades.
La actual crisis mundial de la vivienda afecta a más de 2800 millones de personas en todo el mundo. Al mismo tiempo, la inversión en vivienda social ha disminuido, y la mayoría de las regiones destinan menos del 0,5% del PIB. El desplazamiento interno, impulsado por los conflictos y los desastres naturales, está añadiendo presión a las necesidades actuales de vivienda. Un informe reciente del Centro de Monitoreo de los Desplazamientos Internos revela que el número de desplazados internos en África se ha triplicado hasta alcanzar los 35 millones en los últimos 15 años, y el 60% de ellos busca refugio en zonas urbanas ya de por sí sobresaturadas.
© CAL FIRE.
Los bomberos luchan contra un incendio forestal en el área de Palisades, cerca de la ciudad estadounidense de Los Ángeles, en California. Fuente UN News.
La clave está en repensar las políticas urbanas, las funciones sociales y ecológicas del suelo, la legislación y la financiación para priorizar la vivienda y los servicios básicos como catalizadores de la acción climática y el desarrollo sostenible. Es necesario hacer explícito el vínculo entre la vivienda asequible, las ciudades bien planificadas y equitativas y el desarrollo sostenible.
En primer lugar, es importante optimizar el uso de la tierra para obtener beneficios ecológicos, económicos y sociales. Este enfoque de las cuestiones relacionadas con la tierra reducirá las emisiones, mejorará la accesibilidad y liberará el potencial sin explotar de las zonas urbanas. Una tarea fundamental es impulsar el desarrollo económico local mediante la transformación de los asentamientos informales y su integración en el tejido urbano, especialmente teniendo en cuenta la relevancia de la economía informal para el PIB en el Sur Global. Por ejemplo, según la Organización Internacional del Trabajo, el 98,5% de la fuerza laboral de Níger estaba empleada de manera informal en 2021.
En segundo lugar, debemos centrarnos en la vivienda y garantizar el uso de materiales de construcción sostenibles, al tiempo que desarrollamos los mercados locales. La vivienda y la construcción cumplen una doble función: crear puestos de trabajo, estimular la economía y hacer que la vivienda sea más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Al incorporar materiales de construcción sostenibles, como el acero reciclado, el bambú y el aislamiento de bajo consumo energético, podemos reducir la huella ambiental de las viviendas nuevas y reformadas.
En tercer lugar, los servicios básicos como la energía limpia, el agua, el saneamiento y el transporte deben integrarse sin fisuras en la planificación urbana, garantizando una inversión adecuada en infraestructura. Estos servicios son cruciales no sólo para el bienestar de los residentes, sino también para mitigar y adaptarse al cambio climático, asegurando que las ciudades sean resilientes y sostenibles para las generaciones futuras.
Los gobiernos locales y regionales están en la primera línea de estas transformaciones. Conectan las ambiciones globales con la acción a nivel de base, conectando infraestructura, servicios y personas, y sirviendo como base para los ODS. Esto incluye trabajar con y para las comunidades más vulnerables en asentamientos informales y diseñar estrategias que maximicen el uso del entorno construido, alineándose al mismo tiempo con las preferencias de los consumidores y la demografía.
La vivienda es el techo que mantiene unida la estructura. En América Latina se está produciendo un rápido crecimiento urbano, y las ciudades de esta región tendrán que cuidar y albergar a las poblaciones en aumento. Las inversiones en programas de vivienda e infraestructura deben considerarse una oportunidad para crear economías de escala, así como para ampliar las bases de consumo e impuestos. Según la Asociación Nacional de Constructores de Viviendas de Estados Unidos, la construcción de 100 viviendas asequibles crea 161 puestos de trabajo locales solo en el primer año y aporta 11,7 millones de dólares en ingresos locales.
El camino a seguir es claro: esfuerzos unificados donde los objetivos sociales, urbanos y climáticos se crucen sobre una base de acción local bajo el techo de una vivienda adecuada.Y nuestro principio rector es simple: si cuidamos a las personas, ellas cuidarán del planeta.
Anacláudia Rossbach
Directora Ejecutiva de ONU-Habitat